domingo, 21 de noviembre de 2010

Política para el desarrollo de las bibliotecas durante Segunda República

La segunda república dedicó mucho al libro, a la lectura y a las bibliotecas, y ha sido
denominado como el nuevo Siglo de Oro del Arte, del Pensamiento y de la Cultura Española.


Con la llegada de la Segunda República se produce, de forma institucional, un
intento de cambio muy notable en muchos ámbitos de la realidad; uno de ellos va a ser la
cultura, apoyada con una nueva concepción del libro y de las bibliotecas. Se va a articular
con una fuerte extensión de las bibliotecas, creándose un incipiente sistema auspiciado
por los numerosos intelectuales, científicos, pensadores y artistas que durante este periodo
destacaron por su actividad. La Segunda República construyó un número muy elevado de
escuelas y de bibliotecas, pues la política bibliotecaria republicana estuvo muy centrada en
servir a la causa de la cultura de las masas, además de la cultura de élite y profesional,
e incluso los intelectuales se sintieron comprometidos política y culturalmente con los
proyectos republicanos.
Se creó el Patronato de las Misiones Pedagógicas un mes después de proclamarse
la Segunda República, en mayo de 1931 (decreto del día 29), cuyo antecedente era la
Institución Libre de Enseñanza como gestora de una nueva concepción de la cultura y de
la educación. Con la actividad del Patronato quedó plasmado el gran interés que evidenció
el Gobierno republicano por la biblioteca pública. Tuvo como presidente a Manuel BartoloméCossío, como vocal a Antonio Machado y a Vicens de la Llave como inspector. Las Misiones
Pedagógicas estaban bajo la dirección institucional del Ministerio de Instrucción Pública y
Bellas Artes, con Marcelino Domingo ocupando esta cartera.
Entre los objetivos prioritarios que debían desarrollar las Misiones figuraba la creación de
bibliotecas, que resultó ser el servicio de mayor envergadura e importancia de éstas, pues el
Patronato de las Misiones Pedagógicas creó un numero muy elevado de bibliotecas. Así, en 1932
se crearon 1.182, en 1933 fueron 1.973 las bibliotecas creadas, en 1934 el número ascendió a
2.306 y en 1935 se alcanzó la cifra de más de 5.000. En agosto de 1931 (decreto del día 7) se
estableció la implantación de una biblioteca en todas las escuelas primarias, que estarían dedicadas
a los niños y también a los adultos en zonas rurales que carecieran de biblioteca.
Otra de las medidas que emprendió el Gobierno de la República fue la creación de
Bibliotecas Circulantes; o sea, de una sección circulante en todas aquellas bibliotecas que
dependieran del Ministerio de Instrucción Pública, en agosto de 1931 (decreto del día 22).
Con esta medida se posibilitaba el acceso a la lectura en todas aquellas zonas rurales que
carecían de biblioteca y también de medios económicos y culturales para la compra de libros.
De esta forma los libros podían llegar a todos los lugares y se evitaba la imposibilidad de un
acercamiento a la cultura por motivos de residencia. Esta medida de creación de Secciones
Circulantes respaldaba las campañas de alfabetización, que también promovió el Gobierno
de la República, para evitar que tras las campañas de alfabetización muchos analfabetos
que habían aprendido a leer olvidaran esta actividad por carecer de libros. La creación y
manutención de todas estas bibliotecas fue obra de las Misiones Pedagógicas.
La incesante actividad que se inició durante este periodo en el ámbito bibliotecario se
plasmó de nuevo, en noviembre de 1931 (decreto de día 21), con la creación de la Junta
de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas. Con la Junta se
multiplica por veinte el presupuesto destinado a la adquisición de libros para las bibliotecas,
con relación al periodo precedente a la República. Además, las bibliotecas existentes eran
muy pocas y su acceso era casi exclusivo para unos usuarios muy eruditos, especializados
y universitarios. La presidencia la ocupó el director del Patronato de la Biblioteca Nacional,
Antonio Zozaya; además, participaban miembros del Museo Pedagógico, del Patronato de
Misiones Pedagógicas, de la Cámara del Libro, de la Sociedad de Autores, de la Asociación de
la Prensa, de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos y un representante del Cuerpo Facultativo
como miembro de la Junta Facultativa: Benito Sánchez Alonso.
La primera tarea encomendada a la Junta fue la elección de lotes de libros para
las Bibliotecas Circulantes creadas en agosto de 1931, y la distribución de libros incautados
a la Compañía de Jesús entre organizaciones políticas, sindicatos, cárceles reformatorias,
casas regionales, ayuntamientos y centros docentes6. La Junta propició la creación de Bibliotecas
Municipales, y en 1932 (decreto del día 13 de julio) se estableció que todos aquellos
municipios que carecieran de biblioteca podrían solicitar a la Junta su creación.
Se crearon distintos tipos de bibliotecas según el número de habitantes. Así, la
distribución era de manera que las bibliotecas situadas en pueblos con menos de 1.000habitantes recibían 150 volúmenes, los pueblos que tenían entre 3.000 a 10.000 habitantes
recibían 300 libros, y a pueblos o ciudades de más de 10.000 habitantes se destinaban más
de 500 libros. Sin embargo, en los pueblos pequeños se encontraban mayores dificultades
para llevar a efecto esta política bibliotecaria, ya que si el político local o el cacique no
estaban acuerdo con la instalación de una biblioteca pública, su desarrollo era muy difícil7,
además del bajo nivel de alfabetización y cultural existente en ese momento en el campo
español, que se encontraba en un estado de postración y abandono cultural y educativo muy
grande. El acceso a los libros en los pueblos estaba sólo destinado al médico, veterinario,
maestro, alcalde y a algunos de sus amigos8, por lo que la colaboración en el proyecto
republicano de extensión y de implantación de bibliotecas en los pueblos tuvo grandes
costes y dificultades añadidas.
Además, prosiguieron los cambios del Cuerpo Facultativo, y en de agosto de 1932
(mediante decreto del día 5) se llevó a cabo la reforma de la Junta Facultativa, que se
completó con una disposición, unos meses más tarde, que modificaba la constitución de la
antigua Junta Facultativa. Se pretendía con ello que la Junta apoyara los intentos de la Segunda
República en materia de culturización. Se creó, en este sentido, un Consejo Asesor de
la Junta Facultativa para fomentar y desarrollar los aspectos técnicos del Cuerpo de Bibliotecarios
(según decreto de 30 de diciembre de 1932). También se nombró una comisión
gestora encargada de la consolidación de las nuevas reformas en el Cuerpo Facultativo, que
aunaba la Junta Facultativa y el Consejo Asesor9.
La situación del acceso a la cultura de la inmensa mayoría de la población era muy
precaria, e incluso difícil el pretendido intento de tener acceso a unos conocimientos que les
eran denegados por su extrema pobreza y el aislamiento del campo español, y de forma
más acuciante en el campo andaluz y el extremeño. Frente a esta situación, numerosas
organizaciones culturales, políticas y sindicales trataron de extender el acceso a la cultura
y a los libros, y ante la escasez de bibliotecas de titularidad estatal, estas organizaciones
crean numerosas bibliotecas, gran parte de ellas fundadas por iniciativas privadas y creadas
por sindicatos, movimientos sociales, partidos políticos, clubes, sociedades. Estas bibliotecas
eran muy modestas y casi siempre su origen se encontraba en donaciones de particulares
que contribuían a su formación con unos pocos libros; estaban regidas por bibliotecarios no
profesionales pero que tenían gran ilusión y entusiasmo. A pesar de su titularidad privada,
la Junta de Intercambio colaboró con este tipo de bibliotecas enviando lotes de libros
enviándose hasta 300 lotes de libros destinados a estas bibliotecas10.
Cultura Popular se enmarca dentro de la actividad bibliotecaria paralela a la emanada
de la Administración Republicana. Nació como una Federación de todas las Asociaciones
Culturales creadas, a instancia de organizaciones obreras, sindicatos, asociaciones culturales
y otras, y fue una organización surgida tras las elecciones de 1936, que dieron la victoria al
Frente Popular. Por ejemplo, en Madrid un gran número de sindicatos y otras organizaciones
obreras había creado sus bibliotecas, que junto con las Casas del Pueblo funcionaban de
forma muy activa. En Asturias todos los pueblos tenían un Ateneo Obrero con una bibliotecay una sala de conferencias. En agosto de 1934 todas estas bibliotecas fueron cerradas por
la policía, aunque volvieron a abrirse en 1936 con la victoria electoral del Frente Popular.
Cultura Popular se hará cargo de ellas en tanto que organización multipartidista que trató de
hacer más disponible la cultura para el pueblo.
Esta Federación de intelectuales, estudiantes y deportistas obreros abarcaba a las
organizaciones y partidos políticos que se circunscribían dentro del Frente Popular. Todos
estos tipos de organizaciones perseguían propósitos similares: acercar al proletariado el
acceso a la cultura y a la educación. Estas Asociaciones de Estudiantes, que ya habían
organizado Universidades populares, también se centraron en otro tipo de actividades
culturales como el teatro, distribuyendo, al igual que el resto de asociaciones, el teatro y la
cultura por los pueblos, como hiciera la afamada La Barraca, en la que se enroló García
Lorca. Todas estas organizaciones, culturales, deportivas, educativas y otras de diversa
índole se organizaron en torno a la Federación de Asociaciones y funcionaban como
Federaciones Culturales, conformando un frente común cultural, técnico y deportivo (estas
Federaciones Deportivas llegaron a organizar la Olimpiada Popular de Barcelona, que
debía comenzar justo al inicio de la guerra), conformando todas ellas Cultura Popular.
En un principio se creo un Comité Popular compuesto por delegados de todas las
organizaciones que abarcaba a las juventudes de todos los partidos y a las organizaciones
que constituían el Frente Popular: la Federación Cultural, Deportiva y Obrera11.
En el ámbito bibliotecario, Cultura Popular trató de interactuar con esta Federación Cultural Deportiva
y Obrera, por lo que se le encomendó la creación de una biblioteca central que organizara el intercambio
entre todo este tipo de bibliotecas, con objeto de hacer circular los libros y con unos bibliotecarios que, aunque
no profesionales, sin embargo eran muy activos. Existía entre todas estas bibliotecas, gestionadas por
Cultura Popular, un principio cooperativo con el fin de ahorrar recursos, que ciertamente eran muy escasos,
pues España no se encontraba con un nivel económico muy alto. La Sección de Bibliotecas de Cultura
Popular nació con el fin de coordinar todas estas bibliotecas obreras y todos los servicios culturales
de los partidos políticos y de las organizaciones que componían el Frente Popular. Esta sección
estuvo bajo la dirección de la activista y bibliotecaria Teresa de Andrés, e igualmente
contó con la colaboración de otros destacados bibliotecarios como Juan Vicens de la Llave.
De todas las actividades realizadas por Cultura Popular, la que ha prevalecido ha sido la
bibliotecaria.
A partir de la sublevación militar que desencadenó la Guerra Civil no pudieron
consumarse los planes iniciales de Cultura Popular, pues con la guerra su actividad se
centró en el envío y organización de bibliotecas en los hospitales y en el frente. Las
bibliotecas se organizaron en dos grupos: unas primeras que habían sido creadas por
distintas organizaciones políticas y sociales y habían tenido la apoyatura e infraestructura de
Cultura Popular; y otras denominadas Bibliotecas de Guerra, que tuvieron que ser creadas
tras el inicio de la guerra, y que se componían de Bibliotecas de Hogares del Soldado,
Bibliotecas de Hospitales y Bibliotecas de Batallones. Y durante la contienda la actividad
de Cultura Popular se centró, fundamentalmente, en hacer llegar los libros a cuarteles,
hospitales, primera línea de guerra, batallones, hogares de soldados..., aunque continuó
atendiendo las bibliotecas de las guarderías, de los sindicatos y de los partidos políticos
según el espíritu fundacional de la Sección de Bibliotecas de Cultura Popular.La actividad de Cultura Popular durante la guerra fue incesante, creando un número
muy elevado de bibliotecas y realizando más de 150.000 envíos de fondos bibliográficos
a hospitales, cuarteles, sanatorios y otros12. Su actividad se extendía a todos los frentes
de España13: en los distintos frentes llegó a crear 931 bibliotecas, y, también allí,repartía
diariamente periódicos; además, editaba el Boletín Cultura Popular, en el que exponía las
actividades llevadas a cabo. Los libros enviados a cada grupo de combatientes se dirigían a
los Comisarios de los Batallones o a los Milicianos de la Cultura, al no estar las bibliotecas
a cargo de bibliotecarios profesionales. Ahora bien, aunque los Milicianos de la Cultura eran
los más capacitados para estas tareas, carecían de una sólida formación bibliotecaria, y para
facilitar el trabajo a los encargados de estas bibliotecas, se enviaban los libros clasificados y
acompañados de un catálogo. De esta forma se podían enviar las bibliotecas completamente
organizadas, fijas y móviles, a las escuelas instaladas en los refugios subterráneos, en
los frentes en calma o en las casas próximas a las trincheras, así como en cuarteles y
hospitales, en la retaguardia y en el frente. Además, con el inicio de la guerra nacieron
otras organizaciones bibliotecarias que igualmente trabajaron en esta dirección y afrontaron
tal problemática de forma similar.


FUENTE: La actividad bibliotecaria
durante la
Segunda República Española, ROSA SAN SEGUNDO MANUEL, Universidad Carlos III de Madrid

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