lunes, 29 de noviembre de 2010

Partidos políticos durante la II República


Trabajando en la evolución política de la segunda república, me doy cuenta de que los partidos políticos desempeñaban un papel determinante. Para comprender mejor el proceso de desarrollo y transformación de todo el espectro político , me he informado un poco más sobre esas grandes fuerzas políticas que protagonizaron el período republicano.

Partidos y agrupaciones de extrema derecha

A diferencia de otros países, en España tardó mucho y tuvo una dimensión muy reducida la formación de grupos de ideología ultraconservadora y carácter totalitario. La propia tradición autoritaria española aconsejaba otros caminos para el sostenimiento de los intereses de la derecha, pero sobre todo fue el largo período de la dictadura militar primorriverista el que vacunó a gran escala a la derecha radical española del contagio fascista. Esto no impidió que aparecieran grupúsculos muy minoritarios, incluso desde antes de la proclamación republicana, pero no supieron captar las suficientes voluntades para salir de su posición marginal.

El primer grupo destacable, dentro de su escasa dimensión, fue el Partido Nacionalista Español (PNE), fundado en 1930 por el neurólogo José Mª Albiñana. Confesionalmente monárquico, el PNE desarrolló una organización inspirada en las Ligas Patrióticas de los legitimistas franceses, pero fracasó su intención de consolidar una gran plataforma monárquica interclasista. Por esto la organización se radicalizó, en especial tras la creación de los Legionarios de España -tomando como modelo el fascismo italiano-, grupos de choque especializados en acciones violentas contra la izquierda.

El segundo gran grupo surgió alrededor de la revista La conquista del Estado, dirigida por Ramiro Ledesma Ramos y financiada por monárquicos. En 1931 se fundaron las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), cuya línea ideológica se alejó pronto de la monarquía y se acabó identificando con el nazismo, con explícita admiración de Ledesma por Hitler. Decía promover una verdadera revolución social, anticapitalista y corporativista. Cuando las JONS se fusionaron con FE constituyeron el ala más izquierdista de la organización.

De un carácter muy semejante a las JONS fueron las Juntas Castellanas de Acción Hispánica (JCAH), fundadas en Valladolid por Onésimo Redondo, un antiguo dirigente del sindicalismo católico que se sentía seducido por el corporativismo mussoliniano. Aunque más moderadas socialmente, las JCAH se integraron en las JONS, que pasaron a tener una dirección bicéfala con Ledesma y Redondo.

Dada su escasa dimensión, la importancia de todos estos grupos radica en que acabaron formando el gran partido de la extrema derecha española del período republicano. Sin embargo, no fue ninguno de los anteriores el que sirvió de amalgama, sino el partido Falange Española (FE) que fundó en octubre de 1933 José Antonio Primo de Rivera, un joven abogado e hijo del anterior dictador, de amplias inquietudes intelectuales y una personalidad atractiva incluso para algunos de sus enemigos. Sin embargo, tras su fundación la FE apenas pudo desbordar el reducido círculo universitario. En febrero de 1934 culminó el acercamiento de FE a otros grupos de similar ideología, lo que llevó a la fusión con las JONS. Si en un primer momento FE de las JONS fue dirigida por los tres líderes coaligados, paulatinamente Primo de Rivera fue excluyendo al resto, al tiempo que iniciaba una progresiva identificación del nuevo partido con los correligionarios europeos; se fundó un sindicato falangista, la Central Obrera Nacional Sindicalista, y se organizó un aparato militar, en el que pronto destacó la llamada Primera Línea o Falange de la Sangre, su sección más violenta. Sin embargo el gran problema de FE fue su financiación; desde un primer momento recibió ayuda de los monárquicos; pero ante las evidencias "anticlericales y revolucionarias" del programa de 27 puntos presentado por José Antonio, abandonaron al partido y apostaron por el Bloque Nacional de Calvo Sotelo; la solución vino de Italia, con una financiación regular otorgada por Mussolini. A pesar de esa ayuda FE era, hacia 1936, un partido muy marginal, ignorado por la derecha y combatido por la izquierda; nada hacía pensar que suponía un peligro para el régimen equiparable al que sus homólogos europeos significaban en sus países. La gran trascendencia que Falange llegó a tener para la historia de España se produjo al ser utilizada por quienes sí representaban un peligro extremo para la República.

José Antonio Primo de Rivera

Partidos y agrupaciones adscritos a la derecha

Durante todo el período republicano y, de hecho, hasta bien entrada la Guerra Civil, la derecha política y sociológica estuvo extremadamente dividida, no sólo entre partidos, sino incluso entre concepciones ideológicas. A grandes rasgos se puede hacer una gran división entre dos derechas claramente enfrentadas en cuanto al régimen político vigente: una derecha republicana y otra que no lo era, explícita o implícitamente. Dentro de este segundo grupo hubo otra clara división entre aquellos que se confesaban abiertamente monárquicos y actuaban consecuentemente como tales, persiguiendo por cualquier medio (y fueron conspirativos los más efectivos) la restauración monárquica, y aquellos otros que, sin apoyar directamente el retorno de la monarquía, tampoco reconocían el régimen republicano, aunque participaran en las elecciones y llegaran a desempeñar altos cargos ministeriales; el caso más notorio de este grupo fue la CEDA.Por supuesto dentro de los monárquicos persistía la ya secular división entre carlistas y dinásticos, e incluso en el interior de estos grupos los enfrentamientos llegaron a la formación de partidos o agrupaciones rivales, como ahora se verá.

Monárquicos

Tras la dimisión de Primo de Rivera los grupos políticos que defendían el trono de Alfonso XIII se encontraron en una grave tesitura. La dictadura los había mantenido prácticamente excluidos, cuando no perseguidos. El monarca, necesitado de hombres que encabezaran partidos de respaldo al régimen, recibió muy diversas respuestas; los partidos dinásticos conservador y liberal estaban prácticamente desaparecidos y las divisiones de carácter personal que ya habían sufrido con anterioridad a la dictadura se reactivaron, ayudadas por la defección de una considerable facción de la clase media y los enfrentamientos sobre la dimensión y el calendario de la transición a desarrollar. Desde febrero de 1930 ambos partidos iniciaron su reconstrucción, pero a los anteriores problemas se sumó el obstáculo más importante: la negación de notables políticos anteriormente monárquicos a participar en ellos. Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Sánchez Guerra o Ángel Ossorio pidieron abiertamente la abdicación de Alfonso XIII e incluso se declararon explícitamente republicanos.

Para llenar este vacío de apoyo a Alfonso XIII surgieron varios partidos y agrupaciones. Una de las más importante fue el Bloque Constitucional, formado en marzo de 1930 por notables de los partidos conservador y liberal, más el Partido Reformista dirigido por Melquíades Álvarez, proveniente del republicanismo. Todos ellos habían luchado en contra de la dictadura y perseguían el mantenimiento de la monarquía (aunque recomendaban la abdicación de Alfonso XIII en uno de sus hijos), la exigencia de responsabilidades a los dirigentes de la dictadura y la convocatoria de una Cortes constituyentes. En realidad el Bloque apenas pasó de ser una agrupación de influyentes personalidades, pero con poco apoyo social. La moderación de sus posturas, cercanas al republicanismo más conservador, hizo que tras la elecciones de abril de 1931 muchos de ellos encontraran acomodo en sus filas.

Políticos provenientes de la dictadura primorriverista fundaron en marzo de 1930 la Unión Monárquica Nacional (UMN), partido que decía defender la monarquía, pero que sobre todo, proclamaba la virtualidad de la obra realizada durante la dictadura; por ello eran muy críticos con la transición democratizadora de Berenguer y Aznar, que según ellos favorecía la eclosión de partidos revolucionarios. En su lugar solicitaban el retorno de la Constitución de 1876, pero con una necesaria reforma en un sentido más autoritario. La UMN fue presidida por el ex-ministro de Fomento del Directorio, conde de Guadalhorce, y en ella militaron José Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu, José María Pemán, el hijo del anterior dictador, José Antonio Primo de Rivera, y un buen número de los integrantes de la anterior Unión Patriótica (UP), el esbozo de partido único creado durante la dictadura. Ligados a la UMN surgieron una serie de grupos monárquicos con posiciones más radicales, lo que les hizo cercanos a la extrema derecha; el ejemplo más claro de esto fue el PNE, del doctor Albiñana y como casos más moderados, aún dentro de su radicalismo, se encuentra el Partido Laborista del ex-ministro Eduardo Aunós y la Juventud Monárquica, grupo de jóvenes aristócratas y de la alta burguesía dirigido por Eugenio Vegas Latapié.

Las elecciones municipales de abril de 1931 y la posterior proclamación de la República colapsó todo futuro de estos grupos; de hecho, muchos de sus dirigentes y, sobre todo, muchos de los que apoyaban financieramente su existencia, emprendieron el camino del exilio siguiendo el ejemplo de Alfonso XIII. Los grupos que surgieron para continuar con la defensa de la idea monárquica (y sobre todo unos intereses de clase muy determinados) fueron muy reducidos, pues su actuación se basaba más en la influencia que en la posibilidad de captación electoral masiva. El primero de estos grupos fue Acción Nacional (AN), que en 1932 pasó a denominarse Acción Popular (AP), surgida de la plataforma de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas que dirigía Ángel Herrera Oria. AN-AP tuvo dos grandes tendencias: la primera encabezada por José Mª Gil Robles, que pretendía contemporizar con el nuevo régimen y en todo caso centrar la atención del partido en la defensa de los valores socio-culturales y económicos encarnados en la Iglesia católica. La otra facción estaba dirigida por Antonio Goicoechea y situaba la lucha para la restauración de la monarquía en primer término. Las divergencias entre ambos sectores culminaron con el golpe de Estado de agosto de 1932, en el que estaba implicada la segunda facción, que acabó por escindir el partido y fundar Renovación Española (RE); dirigido por Goicoechea, éste fue el partido alfonsino durante toda la República, apoyado por miembros destacados de la aristocracia y la alta burguesía, pero también por los restos de las redes caciquiles en varias regiones de España que tan destacado papel habían desempeñado durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII. Despejada del lastre que suponía el ultramonarquismo, el resto de AP amplió su voluntad contemporizadora con el régimen y, sobre todo, persistió en la pretensión de conformar un gran partido conservador de carácter clerical. Esto se materializó con la creación en marzo de 1933 de la CEDA, al frente de la que se encontraba AP y su líder Gil Robles. RE también trató de conformar una gran fuerza monárquica; de la mano de José Calvo Sotelo creó en diciembre de 1934 el Bloque Nacional (BN), pero las dificultades para "hermanar" a alfonsinos y carlistas, unidas a la negación de Alfonso XIII en abdicar en favor de su hijo Juan de Borbón, impidieron la consolidación del proyecto.

Carlistas

El movimiento político que durante el siglo XIX había generado tres guerras civiles se encontraba al comienzo del período republicano en un estado muy débil. El acercamiento de la jerarquía eclesiástica a los alfonsinos, el fuerte dogmatismo arrastrado y las divisiones internas habían causado esta debilidad. Hacia 1931 el carlismo estaba dividido en tres grandes "familias".

La más radical era la integrista, el sector ultracatólico acaudillado por Cándido Nocedal que, tras romper con el pretendiente Carlos de Borbón por "excesivamente liberal", había acabado formando el Partido Católico Nacional, grupo de intelectuales fundamentalistas con escaso apoyo electoral. Los que habían permanecido fieles a don Carlos y, desde 1909, a su hijo don Jaime, sí contaban con notables apoyos sociales en el País Vasco, Navarra, Cataluña y norte de Valencia; Juan Vázquez de Mella, su ideólogo más sobresaliente, renovó el carlismo, que basó en tres grandes principios: tradición monárquica, monarquía autoritaria y corporativa y autonomía regional (fuerismo). Mella, germanófilo, rompió con el aliadófilo don Jaime durante la Primera Guerra Mundial, y fundó el Partido Católico Tradicional (PCT). Sin embargo, en principio las bases carlistas siguieron fieles al pretendiente; los jaimistas tomaron entonces el liderazgo del marqués de Villores. La dictadura de Primo de Rivera terminó por enfrentar a las tres familias, pues si bien ninguna de ellas apoyó expresamente al Directorio, muchos de sus militantes colaboraron con él, especialmente Víctor Pradera, un seguidor de Mella que acabó por ser un puntal de la UP y uno de los ideólogos más importantes de la extrema derecha. La caída de la dictadura hizo romper el carlismo en mil pedazos y durante la dictablanda su desaparición era esperada.

Sin embargo, paradójicamente, fue la caída de la monarquía lo que le hizo renacer de sus cenizas. Jaime de Borbón poco antes de morir solicitó la creación de un partido "monárquico, federativo y anticomunista" y, aunque los alfonsinos no le prestaron mucha atención, esa pretensión se materializó con la reunificación de las tres familias carlistas en la fundación de Comunión Tradicionalista (CT), con la jefatura del jaimista conde de Rodezno. La CT tuvo un amplio respaldo en el País Vasco, Navarra, Cataluña y también en Andalucía, donde destacó rápidamente el integrista Manuel Fal Conde. Las elecciones de 1933 permitieron la entrada de monárquicos y carlistas en el Parlamento, pero la alianza radical-cedista empujó a CT (junto a RE y PNE) a una posición de extrema derecha, provocando la radicalización de sus bases. Esto condujo a Fal Conde al liderazgo indiscutible del carlismo; puso término a los contactos con los alfonsinos y centró su actuación en la consolidación del carlismo como fuerza política cohesionada y en la organización de su milicia armada, el Requeté. Tras las elecciones de febrero de 1936, la dirección carlista optó ya por preparar la insurrección armada, lo que facilitó extraordinariamente el golpe de Estado nacional en el norte de España.

La derecha no republicana

La ordenación de la derecha, que ideológicamente se encontraba muy alejada del republicanismo, fue compleja y lenta, aunque se inició apenas producida la caída de la monarquía. Tras numerosos intentos de conformación de fuerzas políticas más o menos cercanas o integradas entre los monárquicos, la formación que acabó por reunir a todos los pequeños grupos de diferente dimensión fue la Confederación de Derechas Autónomas (CEDA). Su núcleo central fue Acción Popular, que inició un proceso de fusión y confederación con otros partidos de ámbito estatal (Acción Obrerista), regional (Derecha Regional Valenciana) y provinciales y locales (Acción Agraria y Ciudadana). A pesar de su organización descentralizada y las múltiples divergencias ideológicas internas, la CEDA no tuvo grandes disensiones y su crecimiento fue espectacular: ya en 1933 era la agrupación con más militantes -medio millón de afiliados-, lo que le dio una extraordinaria influencia social. La línea ideológica de la CEDA fue en su momento, y ha sido con posterioridad en su estudio, uno de los grandes problemas del período republicano. Si para algunos el carácter social-católico la aproximaba a la democracia cristina europea (ala social-católica, dirigida por Manuel Giménez Fernández), para otros era más determinante el peso conservador autoritario (Gil Robles, Manuel Aizpun) e incluso la radicalización de sus bases por su identificación con la extrema derecha filofascista o monárquica (Juventudes de Acción Popular). En realidad la CEDA fue un gran bloque de defensa de intereses sociales, con el que se sentían representados desde medianos comerciantes, pequeños propietarios agrarios y obreros católicos, a grandes terratenientes, empresarios industriales y alta burguesía financiera, que controlaban la Confederación.

Esta fuerte organización, su carácter interclasista y las fuertes conexiones con los mundos económico, sindical, cultural y religioso llevó en las elecciones de 1933 a un triunfo de la CEDA. Catedrático de Derecho político y diputado por Salamanca, hábil para la maniobra política y gran orador, José Mª Gil Robles se alzó con el liderazgo de la derecha, supo entusiasmar a los católicos españoles -temerosos ante la radicalización "jacobina" republicana- y se dejó influir por las tendencias filofascistas triunfantes en Europa, que él supo fundir con la tradición autoritaria local.

José María Gil Robles

Partidos regionalistas

Desde finales del siglo XIX la cuestión nacionalista (entonces llamada regionalista) fue uno de los problemas esenciales en la vida socio-política española. No es necesario recordar la influencia del republicanismo catalán y el peso de las reivindicaciones de la Lliga (Ley de Mancomunidades de Canalejas) a principios de siglo. Ya en este momento se evidenció una de las características más destacables de las consecuencias de la actuación nacionalista periférica: el estímulo y la fundamentación de formulaciones de signo contrario, es decir, en la reafirmación del españolismo. Así se ve, tanto en la declaración explícita de Primo de Rivera en el golpe de estado de 1923, en las discusiones constituyentes de la II República, en las proclamaciones legitimadoras del golpe de estado de 1936, como a lo largo de todo el régimen franquista.

Hasta las últimas décadas del siglo XIX no existieron formulaciones nacionalistas propiamente dichas, salvo las legitimadoras del Estado: el nacionalismo español. A partir de los años ochenta, el regionalismo catalán fue profundizando y ampliando su discurso y alcanzó con Almirall y, sobre todo con Prat de la Riva, las primeras connotaciones nacionalistas, al mismo tiempo que en el País Vasco Sabino Arana sentaba las bases de un nacionalismo muy distinto al catalán; si éste fundamentaba sus aspiraciones en bases culturales, históricas y sobre todo en una vocación de europeísmo modernizador, el aranismo (como pronto se conoció el nacionalismo vasco inicial) las fundamentaba en la raza, la lengua y la religión. Una diferenciación no menor se daba en la materialización política de estos iniciales movimientos nacionalistas: mientras que en Cataluña pronto surgieron partidos políticos claramente identificables con posiciones nacionalistas y tuvieron un apoyo electoral importante y sostenido, en el País Vasco el PNV apenas pasó de grupúsculo voluntarista, sin respaldo electoral significativo hasta la República y, aun entonces, muy minoritario. En el tercero de los conocidos como Territorios históricos, Galicia, por entonces no existía una formulación nacionalista propiamente dicha, sino un regionalismo culturalista, basado especialmente en la actitud testimonial de personalidades como Otero Pedraio o Alfredo Brañas, y en actividades de asociaciones culturales como Irmandandes da fala. En Andalucía, la actuación de Blas Infante confirió al regionalismo bético una dimensión que en absoluto tenía relación proporcional con su proyección social.

Partido Nacionalista Vasco (PNV).

Desde su fundación a finales del siglo XIX, el PNV había sido de hecho el primer partido explícitamente nacionalista, si bien su estrategia política distó mucho de ser mayoritariamente respaldada por la sociedad a la que decía representar. Aunque no se definió abiertamente como monárquico, el PNV estaba muy alejado de los planteamientos republicanos; en última instancia se mantenía la idea de que lo importante no era el régimen político español, sino la autodeterminación de Euzkadi. El contenido de su ideario nacionalista descansaba sobre tres bases inalterables: el ultracatolicismo, el foralismo y el racismo. Hasta mediados de la segunda década el PNV se autoexcluyó de la participación electoral, lo que conllevó una deficiente estructuración del partido a nivel regional; cuando decidió participar en las elecciones su respaldo no estuvo a la altura de lo esperado. La dictadura primorriverista tuvo dos efectos en el nacionalismo vasco: por una parte, posibilitó que centrara su atención en la socialización de su ideología, lo que consiguió al redefinir y llenar de contenido manifestaciones culturales y recreativas tradicionales; deportes como la pelota o costumbres y danzas pasaron, por ese sistema, a tener una nueva significación nacionalista; el segundo efecto fue la unificación en 1930 de las dos corrientes nacionalistas, el independentismo absoluto defendido por el PNV y la participación en la política española mediante una amplia autonomía defendida por la Comunión Nacionalista. El nuevo PNV participó en las elecciones municipales de 1931 coaligado con los carlistas y, amparándose en su confesionalidad religiosa, no sólo se opuso radicalmente a la Constitución republicana sino que algunos de sus miembros mantuvieron contactos conspirativos con los monárquicos. Sin embargo, el liderazgo de nuevos dirigentes más liberales y prorrepublicanos impuso una línea posibilista y en 1932 se rompió la alianza con el carlismo. Las elecciones municipales de 1932 evidenciaron la fuerza del PNV en Vizcaya y Guipúzcoa, donde se convirtieron en el primer partido; desde esta posición dirigieron las negociaciones para la aprobación del estatuto de autonomía.

Republicanos

El republicanismo fue muy minoritario durante toda la Restauración y a la altura de 1930 no disponía de grandes partidos que movilizaran amplias voluntades sociales. Durante la dictadura se produjeron dos efectos importantes: se reforzaron lazos de solidaridad entre los distintos y anteriormente enfrentados grupos republicanos; y, aún más importante, la identificación entre la dictadura y la monarquía brindó al republicanismo una oportunidad histórica para protagonizar una transición a la democracia bajo un nuevo régimen. En febrero de 1926 culminó un amplio movimiento de revitalización y unificación republicana, cuyo objetivo era superar el casi medio siglo de marginalidad en el sistema político y recuperar las posibilidades electorales y de acción política que anteriormente se habían disfrutado. Con esos fines nació Alianza Republicana, que reunía a varios grupos de ideología semejante y que en gran parte protagonizaron la transición posterior; en ella estaban integrados el PRR de Lerroux, el viejo PRF, el grupo de AC donde destacaba Azaña, el catalanista PRC y varias personalidades opuestas a la dictadura (entre las que destacaban Antonio Machado, Blasco Ibáñez, Unamuno o Marañón). La Alianza nunca llegó a ser un partido político propiamente dicho, si bien organizó y coordinó gran parte de las actuaciones de los partidos que la integraban; en 1930 se desgajó de ella su ala más liberal encabezada por Marcelino Domingo, dando lugar al Partido Republicano Radical Socialista (PRRS).

Ajenos a la Alianza surgieron dos grupos de republicanos en 1930. Por una parte, la Derecha Liberal Republicana (DLR) agrupaba a antiguos monárquicos e independientes que se habían alejado de la monarquía con motivo de la dictadura, como Alcalá-Zamora y Miguel Maura; defendían la instauración de una república muy moderada, susceptible de identificarse con las amplias clases medias conservadoras. Al mismo tiempo, surgió la Agrupación al Servicio de la República (ASR) de la mano de Ortega y Gasset, Marañón y Pérez de Ayala, dirigida a la movilización de la intelectualidad al servicio de la necesidad pública. Aunque al principio la ASR se negó a ser un partido político, ya en las elecciones de abril de 1931 hizo campaña a favor de las listas republicanas y en las posteriores elecciones generales las integró, consiguiendo trece escaños; pero enfrentados con el gobierno azañista, por lo que consideraban un peligroso viraje hacia la izquierda, terminaron abandonando toda acción política.

La proclamación de la República acabó por fragmentar las distintas ideologías que se cobijaban bajo la solidaridad creada en la lucha contra la dictadura. En especial durante el primer bienio se complicó extraordinariamente la plataforma política republicana; los partidos se multiplicaron y se escindieron claramente entre conservadores y progresistas. La derecha republicana estuvo conformada por tres opciones principales; la más influyente fue el Partido Republicano Progresista (PRP) que en agosto del 31 había surgido de la desaparición de Derecha Liberal Republicana; su presidente continuó siendo Alcalá-Zamora, a la sazón Presidente de la República. El ala más moderada de la DLR siguió a Miguel Maura, quien fundó el Partido Republicano Conservador (PRP); este partido contó con una gran militancia y durante unos años aspiró a ser la gran fuerza política de la derecha, capaz de atraer a los monárquicos más moderados, lo que hubiera supuesto un gran beneficio para la estabilidad de la República. La tercera gran agrupación fue el Partido Liberal Demócrata (PLD), dirigido por Melquíades Álvarez; a diferencia de los anteriores, se opuso a los gobiernos de transición y, sobre todo, a los gabinetes presididos por Azaña.

En Cataluña la Lliga Regionalista ocupó esta situación; su principal líder Francesc Cambó se autoexilió en Francia durante más de un año con la proclamación de la República, mientras la Lliga reforzaba su carácter conservador y localista, aliándose con los carlistas en los comicios generales. Con el cambio de nombre por el de Lliga Catalana, en 1933 trató de conformar una fuerza conservadora con la que poder enfrentarse a la pujante ERC, pero a pesar de su alianza con otros partidos de la derecha catalana no lo consiguió.

El centro republicano

La gran fuerza política del centro republicano fue el Partido Republicano Radical (PRR),con una larga historia tras de sí y un liderazgo indiscutible en la figura de Alejandro Lerroux. Del antiguo partido radical que había encabezado la lucha contra la monarquía desde principios de siglo y, sobre todo de los extremismos de algunos de sus dirigentes, poco quedaba cuando en 1931 se proclamó la República. Había integrado parte del Pacto de San Sebastián y Lerroux formó parte del Gobierno provisional, pero los enfrentamientos con Azaña en la disputa por el centro republicano habían hecho que los radicales abandonaran el Gobierno y a partir de diciembre de 1931 formaran parte de la oposición. Durante los dos años siguientes la dirección del partido se esforzó por reformar la cohesión interna y dotar a su opción de un atractivo electoral que sólo encontró en una creciente moderación ideológica y un atractivo populismo. Aunque no articuló ningún programa político coherente y siempre presentó carencias organizativas importantes, su crecimiento fue notable y en los comicios generales de 1933 consiguió el mayor resultado de su historia, lo que permitió que Lerroux alcanzara la Presidencia del Gobierno. Fue entonces cuando se evidenció la ausencia de un programa ejecutable, lo que unido a una serie de escándalos producidos por la corrupción de miembros del partido produjo una gran desafección electoral. Esto se puso de manifiesto en las elecciones generales de 1936, donde pasó a ser una fuerza residual de escasa importancia.

La izquierda republicana

La izquierda republicana se encontró muy dividida durante el primer bienio. El grupo que más creció fue el Partido Radical Socialista (PRS), cuyo principal dirigente fue Marcelino Domingo; pero este mismo aumento le configuró un carácter de partido de aluvión, sin una ideología y programa coherente, lo que fue causa de numerosas rupturas y escisiones. Caso contrario ocurrió con Acción Republicana (AC), el partido liderado por Manuel Azaña, con un sostenido crecimiento y una fuerte articulación en todo el país, lo que le valió el puesto de primer partido de la izquierda republicana. Sus militantes eran prioritariamente de clases medias y a su formación se fueron sumando tanto apoyos de otros partidos minoritarios como la federación de partidos republicanos de carácter regional, como el Partit Català d´Acció Republicana y el Partido Republicano Gallego de Casares Quiroga. En 1934 esta formación acabó por reunir a todo el sector más progresista del republicanismo con la fundación de Izquierda Republicana (IR). Cuando de forma paralela se conformó la Unión Republicana (UR) con la fusión del IRS y el PRD, las conexiones entre ambas fuerzas se iniciaron de inmediato, llegando a una confederación de ambos grupos, primera piedra de lo que posteriormente fue el Frente Popular.

Republicanismo catalán

En Cataluña el republicanismo tuvo un arraigo muy superior al resto de España; además de encontrarse el grueso del PRF y del PRR, en esta zona se desarrolló un sistema de partidos republicanos propios con la inclusión del regionalismo y el nacionalismo, ya en su ideología, ya en sus planteamientos operativos. A comienzos de los años treinta el republicanismo catalán estaba conformado por cinco partidos principales.

Acció Catalana (AC) había nacido en 1922 fruto de la disidencia del sector más liberal de la Lliga y de sus juventudes; sus dirigentes principales eran Bofill i Mates y Nicolau D´Olwer, que imprimieron al grupo un fuerte contenido nacionalista, combinado con una moderación social y un cierto accidentalismo en las formas de gobierno. Contra esa moderación reaccionó el ala izquierda del partido, que a finales de la década se acabó separando de AC para fundar Acció Republicana de Catalunya (ARC), dirigida por Antoni Rovira i Virgili. El resto de los militantes se unió a algunos desencantados carlistas y formaron Unió Democrática de Catalunya (UDC), dirigida por Carrasco i Formiguera; este partido fue lo más cercano en la época a los partidos demócrata-cristianos europeos. Frente a estos tres partidos republicanos y moderadamente nacionalistas, se situaron dos fuerzas explícitamente independentistas; la más influyente fue Estat Català (EC), partido fundado en 1922 por un oficial del Ejército, Francesc Macià; tal vez este origen, o la radicalidad en la defensa de su nacionalismo, llevó al partido a la aceptación de la conquista de la independencia por cualquier medio, incluido el de la violencia, lo que además era legitimado por la persistencia de la dictadura primorriverista. La actuación de EC se centró en la organización de grupos armados en Francia con los que provocar un levantamiento contra la dictadura y el centralismo (sucesos de Prats de Molló en 1926) y la creación de milicias urbanas, los escamots (vigilantes). Finalmente, la cuarta fuerza del republicanismo catalán era el Partit Republicà Català (PRC), dirigido por Companys, menos agresivo que el anterior pero socialmente más progresista, que como ya se ha visto formó parte de la Alianza Republicana.

Por sí mismos estos partidos republicanos catalanes apenas tenían una trascendencia social significativa. La importancia de estas cuatro fuerzas radica en el proceso de unificación que llevaron a cabo a comienzos de 1931; AC y AR se reunificaron para crear el Partido Catalanista Republicà, de carácter centrista y autonomista. De cara a las elecciones municipales este nuevo partido se fusionó con Estat Català e independientes para fundar Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el gran grupo político del republicanismo catalán durante toda la década de los treinta. Sus dos principales dirigentes fueron Macià y Companys, protagonistas de los hechos más significativos de la evolución política catalana y los dos primeros presidentes de la Generalitat.

Siguiendo el ejemplo catalán, en otras regiones se estructuraron partidos políticos de identidad republicana. Los casos más notables se produjeron en Valencia y Galicia. En la primera, el liderazgo y magisterio de Vicente Blasco Ibáñez hizo surgir el Partido de Unificación Republicana Autonomista (PURA), cuya moderación social y defensa de la descentralización encontró aliados entre los radicales, con los que sostuvo alianzas durante todo el período republicano. En Galicia la principal fuerza política de este carácter fue la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA), fundada en octubre de 1929; su programa era socialmente moderado, pero su principal significación era la defensa de una república de carácter federal. Sus líderes más notorios fueron Antón Villar Ponte y, sobre todo, Santiago Casares Quiroga, quien en su representación tomó parte en las negociaciones del Pacto de San Sebastián.

Izquierda

En el momento de la proclamación de la República, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) era el partido político con más historia de todos los participantes en las anteriores elecciones municipales y, a la vez, el único partido moderno y de masas con una visión articuladora del Estado. Había sido fundado en Madrid en 1879 y, diez años después, se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), central sindical que si en principio tuvo un carácter abierto a toda ideología, acabó siendo el sindicato socialista. El crecimiento del socialismo español fue extremadamente lento por el predominio del anarcosindicalismo en el sector obrero y, sobre todo, por la rígida disciplina impuesta por su principal líder, Pablo Iglesias. Él fue el primer diputado socialista en 1902 y, tras la creación de la Conjunción Republicano-Socialista, la representación parlamentaria socialista creció hasta 1919. Durante la dictadura de Primo de Rivera tanto las direcciones del PSOE como las de la UGT se dividieron entre una oposición frontal al régimen y una colaboración que permitiera, independientemente del régimen de turno, realizar los cambios necesarios para mejorar las condiciones de los obreros. En los años finales de la dictadura los contactos con otros partidos de la oposición y el ingreso de personalidades provenientes del republicanismo, como Juan Negrín y Luis Jiménez de Asúa, acabaron por incorporar al PSOE dentro del movimiento conspirativo que culminaría con el Pacto de San Sebastián.

Pablo Iglesias

Con la proclamación de la República el PSOE, el partido más fuerte y estructurado, creció en progresión geométrica; lo que ocasionó tensiones, también producidas por los enfrentamientos internos ante la posibilidad de colaborar con los partidos "burgueses" de centro republicano. Se impusieron las tesis de Largo Caballero e Indalecio Prieto frente a las del Presidente del partido y del sindicato, Julián Besteiro, que pretendía mantener la autonomía del partido desde la oposición. Durante el primer bienio, esta línea colaboracionista se impuso, a pesar de la creciente oposición de buena parte de las bases ante la lentitud y moderación de las reformas gubernamentales. Tras el triunfo radical-cedista en las elecciones de 1933, el PSOE radicalizó su posición; a partir de entonces se evidenciaron dos líneas opuestas de actuación: por una parte se encontraban los sectores más moderados, dirigidos por Prieto y Besteiro, quienes mantenían que se debía colaborar con las fuerzas más progresistas del republicanismo para desalojar a la derecha del poder y evitar la instauración de una dictadura por la CEDA; frente a éstos se encontraba el sector mayoritario del partido, dirigido por Largo Caballero, que a su vez lideraba UGT, partidario de alcanzar una alianza con las fuerzas de extrema izquierda que condujera a una revolución social y a la instauración de una república proletaria; a este sector se sumaron las Juventudes Socialistas (JJ.SS.). Este proceso de bolchevización del socialismo español culminó con la revolución de 1934, cuando se evidenció que el camino insurreccional y revolucionario estaba condenado al fracaso. Entonces se impuso el programa de Prieto, que conducía a la formación de un gran bloque progresista; coincidente con Azaña, la materialización de esa idea fue el Frente Popular; para impedir que el sector liderado por Largo Caballero se opusiera a la participación del PSOE, Prieto inició conversaciones con el PCE, que acabó formando parte del FP.

La única opción política socialista distinta al PSOE fue la Unió Socialista de Catalunya (USC), que a pesar de los esfuerzos realizados no consiguió consolidarse como la opción principal del obrerismo catalán. Por ello ofreció a la federación catalana del PSOE la unificación, pero a pesar de realizar un congreso extraordinario para ello, la solicitud acabó siendo rechazada. Con todo, la USC tuvo un cierto protagonismo a nivel local, participando varios de sus miembros en los gobiernos de la Generalitat.

Extrema izquierda

Comunistas

Hasta los años treinta el comunismo era un opción muy minoritaria dentro del movimiento obrero español. El grupo más importante era el Partido Comunista de España (PCE), que había nacido en 1921 como una escisión del PSOE cuando éste renunció a seguir los pasos de la victoriosa Revolución soviética. Los enfrentamientos internos a causa de las divergencias ideológicas y, sobre todo, la persecución a que fue sometido por la dictadura hicieron que su crecimiento fuera muy reducido; en el momento de la proclamación de la República el PCE no llegaba al millar de militantes. Su rígido seguimiento de los dictados del Comintern de Moscú, su férreo centralismo y las dificultades de la clandestinidad coadyuvaron al mantenimiento de su marginalidad y a una intransigencia operativa que impedía todo canal de diálogo, y mucho menos de colaboración, con el resto de partidos de oposición a la dictadura. Ya en 1930, el PCE fue ignorado en la preparación del Pacto de San Sebastián, mientras entre sus filas se negaban a colaborar -aunque no hubiera lugar, dado que nadie se lo había pedido- con los partidos republicanos, a los que calificaban como el "peligro más grande para la clase obrera". De hecho se expulsó a la Federación Comunista Catalano-Balear por anunciar su voluntad de colaborar con republicanos y socialistas para alcanzar la República.

Aunque en principio el PCE se opuso a la proclamación de la "República burguesa", el seguimiento puntual a los dictámenes del Comintern le hizo reconocer la diferencia entre el nuevo régimen y la monarquía, pero no suavizar su radical oposición al resto de los partidos republicanos, lo que le llevó a no conseguir un solo diputado en las elecciones de 1931. El hecho principal del PCE en el primer bienio fue la celebración del IV Congreso en Sevilla, donde, sacudidos por la noticia del golpe de Estado de Sanjurjo, salió la idea de defender la República. Este brusco viraje no gustó a Moscú, que por medio de presiones sustituyó la dirección del partido, y la dejó en manos de José Díez y otros líderes, de entre los que destacó rápidamente la dirigente vizcaína Dolores Ibárruri, posteriormente conocida como Pasionaria. El triunfo del nazismo en Alemania hizo que en el mismo Comintern se produjera un giro paulatino en el análisis de la realidad política nacional; esto llevó al PCE a iniciar contactos con otras fuerzas políticas para salir de su aislamiento y conformar un frente antifascista. Este cambio de estrategia tuvo su primer fruto con la consecución del primer diputado en las elecciones de 1933 y el segundo con la entrada en las conversaciones que culminaron con la formación del Frente Popular en 1936. Amparado en esta coalición, el PCE consiguió la representación parlamentaria más amplia de su historia.

El otro gran partido comunista tuvo su origen en Cataluña, cuando en 1928 fue fundado el Partit Comunista Català, con una dimensión muy reducida, pero que dos años después se alió con la Federación Comunista Catalano-Balear que había sido expulsada del PCE. Juntos formaron el Bloque Obrero y Campesino (BOC), dirigido por Joaquim Maurín, que se negaba a seguir las directrices de Moscú, y trataba de desarrollar un proyecto ideológico propio, adaptado a las peculiaridades nacionales. Un carácter testimonial tuvo el partido fundado por el antiguo dirigente de la CNT, Andreu Nin, tras su vuelta de la URSS, donde había sido funcionario de la Internacional Sindical Roja y estrecho colaborador de Trotski; la importancia de la Opción de Izquierda Comunista (OIC) radicó en conformar, junto con el BOC, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), que alcanzó a formar parte del Frente Popular y desempeñó un importante papel en los primeros años de la Guerra Civil.

Dolores Ubárruri

Anarquistas

El movimiento obrero en España estuvo liderado desde comienzos del último cuarto del siglo XIX por la ideología anarquista. Las características más destacadas del anarquismo español fueron su irregularidad (ya en 1872 contaban con 45.000 militantes, pero en los años ochenta habían bajado a unos 5.000), su amplio espectro social (de campesinos sin tierras a artesanos y obreros industriales), su localización prioritaria en Andalucía y Cataluña, y su gran diversidad organizativa y operativa (de anarcosindicalistas a pedagogos, de ácratas a terroristas, cada cual pretendía realizar la revolución a su modo).

La primera gran asociación anarquista fue Solidaridad Obrera, fundada en 1901, cuyo hecho más trascendente fue la convocatoria de la huelga general que dio origen a la Semana Trágica de Barcelona en 1909. El éxito obtenido ayudó a la fundación en 1911 de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la gran central sindical anarquista española cuyos principios de actuación estaban basados en el antiestatalismo revolucionario, el repudio a la acción política, el sindicalismo puro y la acción directa en las relaciones laborales, lo que a partir de 1918 (Congreso de Sants) fue interpretado como la relación directa entre el capital y el trabajo, en la que no se excluía el ejercicio de la violencia. La dictadura de Primo de Rivera persiguió duramente y acabó por dividir a los anarquistas. En 1927 se creó la Federación Anarquista Ibérica (FAI), grupo político de presión sobre el sindicalismo puro de algunos de los dirigentes más notorios.Aunque no fue integrante del Pacto de San Sebastián, la CNT se declaró partidaria de sumar la huelga general a las acciones políticas de los conspiradores republicanos.

La proclamación de la República fue bien recibida en general por los anarquistas, pero pronto cundió la desilusión y de ella, aún en 1931, se pasó a la oposición más radical, encarnada sobre todo en la FAI y sus métodos de acción directa -o "gimnasia revolucionaria", como ellos denominaron a la agitación callejera y el terrorismo-. Aunque una facción de la CNT se opuso al empleo indiscriminado de la violencia y al "culto del mito de la revolución", estos sindicalistas fueron desbordados por los radicales de la FAI. Posición que se manifestó en un incremento de la movilización social que pretendía, en primer lugar, impedir la consolidación de la República. La actuación del anarquismo durante el período republicano se movió en dos direcciones: la primera se atuvo a los cauces legales, con proliferación de huelgas generales y parciales, en las que en ocasiones se desbordó la legalidad con actuaciones de sabotajes y coacciones violentas. La segunda dirección fue aún más desestabilizadora, pues estaba encaminada directamente a provocar enfrentamientos con las autoridades de la República; fruto de esta estrategia fueron las distintas oleadas revolucionarias de 1932 a 1934, cuyo más luctuoso suceso se produjo en Casas Viejas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

LA SERIE "REPÚBLICA"

TVE comienza a rodar una historia de amores imposibles en la España de los treinta


Madrid, mes de abril de 1931. Tras la derrota de los monárquicos en las urnas, el rey Alfonso XIII se exilia de España y Niceto Alcalá-Zamora se convierte en presidente del Gobierno provisional de la II República. El pueblo se lanza a las calles para celebrar la proclamación del nuevo sistema político. Son años de cambios profundos en la historia de España, tiempos de libertad y de esperanza. Pero también de luchas... y la antesala de una Guerra Civil. En este contexto se desarrolla República, la nueva serie de TVE que ya ha comenzado a rodarse en Madrid y que se estrenará en el primer semestre de 2011 en La 1.

El argumento principal gira en torno a la familia De la Torre, unos aristócratas que viven en Madrid y poseen una finca en el campo. "Habrá amor, pasiones, odios, violencia... La serie mantiene el espíritu de la historia romántica pero con un peso mayor de los hechos históricos, que son un personaje más", avanzó ayer el director de Ficción de TVE, Fernando López Puig.

"República contará historias para poder contar la Historia de este país", explica el productor ejecutivo de Diagonal TV, Jaume Banacolocha



RESUMEN DE LA SEMANA

Esta semana en la clase de Historia hemos acabado el reinado de Felipe II con el ultimo punto que nos faltaba por ver de la semana anterior.
Ese punto trata de la última década del reinado de Felipe II , que es una etapa que comienza con muchas dificultades para Felipe II.
La guerra en los Países bajos aún continúa. En este periodo se reabre la guerra abierta contra Francia ante la posibilidad de un rey protestante es decir Enrique IV. Esta guerra finaliza en el años 1598 con la paz de Vervins que consistía en :
-España devolvió a Francia el Vermandois, una parte de Picardía, la ciudad de Calais y Le Blavet (Port-Louis, Bretaña),
-Francia restituyó a España el Charolais y diversas plazas fuertes de las que Francia se había apoderado desde el tratado anterior y renunciaba expresamente a la soberanía sobre Flandes y Artois (secuelas lejanas de la lucha entre el rey de Francia Luis XI y el duque de Borgoña Carlos el Temerario). Sin embargo, Enrique IV se negó a legitimar la anexión de la parte española de Navarra, llevada a cabo en 1512 por Fernando II de Aragón, bisabuelo de Felipe II.
Se produjo una sucesión en los Países Bajos de Isabel Clara Eugenia y el Archiduque Alberto como posible inicio de una rama colateral a los que reinaban antes en los Países Bajos. Durante esta época se producen acontecimientos de índole social ya que castilla estaba pasando por una época que estaba asolada de hambres y pestes. Paralelamente Hacienda da en bancarrota y debido a esto se produce cierta inquietud en castilla.

El martes en clase estuvimos hablando de los diferentes temas que pueden salir en el examen los cuales están en el campus virtual pero que yo os pondré aquí a continuación:



1. El papel de la religión en la Historia de España (Siglos XV-XX)
2. Inglaterra en la política exterior española (Siglos XV-XX)
3. Portugal y España (Siglos XV-XX)
4. De los reinos ibéricos a la creación de España.
5. El ejército en la Historia de España (siglos XVIII-XX).
6. Clientelismo, patronazgo y caciquismo (siglos XV-XX).
7. La Corte de los Austrias.
8. Las Independencias Americanas.
9. Guerras internas (civiles) en España (siglos XVI-XX).
10. Comparación del régimen de Franco, Videla y Pinochet.

Y por último en miércoles mi grupo tuvo que asistir y observamos un video principalmente de Isabel II y del romanticismo.

MEMORIA DE GRUPO

En mi segunda semana como observadora mis compañeras han trabajado y evolucionado mucho en sus correspondientes trabajos a lo largo de la semana.
En primer lugar Marina Gómez Mateo que esta semana se ha centrado en la cuestión de la mujer durante la República. La constitución de 1931 había establecido que ningún ciudadano seria discriminado por cuestiones de sexo, por tanto, en España se produjo por primera vez la equiparación jurídica y legal de hombres y mujeres. Lo que situó al país en la vanguardia europea en el reconocimiento de los derechos democráticos. Al aprobarse las leyes de matrimonio civil y divorcio , se le concedió a las mujeres la iniciativa en la tramitación de una ruptura matrimonial , sin embargo , este avance estuvo refrenado por la dependencia económica de las mujeres respecto de sus maridos , además se establece el sufragio universal femenino. Esta igualdad política no tuvo su correspondencia. La mujer tuvo más acceso a la enseñanza y todo esto provocó una mayor presencia de la mujer en las espacios públicos. Cuya fuente ha sido Historia de España, Ángel Bahamende, Luis Enrique Otero Carvajal.

Por otra parte Marta Correa ha tratado esta semana el tema de los principios educativos en la segunda república.Los primeros decretos o principios aprobados en la II Republica fueron:
•Bilingüismo: se defiende o reivindica desde Cataluña. Se expresará en un Decreto de 1931 en el que se reconoce la existencia de distintas lenguas. El Decreto dice, que en el caso catalán, la enseñanza se practicará en lengua materna hasta los 8 años en la escuela, bien castellano o bien catalán.
•Reorganización del Consejo de Instrucción Pública, cuyo presidente fue Miguel de Unamuno (rector).
•La enseñanza religiosa: este tema se plasmará publicando un decreto sobre congregaciones y confesiones religiosas. Éste, regula y suprime la obligatoriedad de la enseñanza de la religión, basándose en la libertad religiosa, libertad a la conciencia del niño y del maestro.
•Creación de las Misiones Pedagógicas. Supondría una continuación de la idea de la ILE llamada “la extensión universitaria” y el objetivo era extender la cultura general o modernización docente, la educación en aldeas, villas y lugares que lo necesiten, fundamentalmente en población rural y la educación ciudadana.
•La atención a la escuela primaria, ya que se pensaba que era la piedra angular de la educación. Se propusieron la construcción de 27.000 escuelas (el reto más importante) para escolarizar al millón de niños que no asistían a la escuela ya que en aquel momento no había. La creación se haría a través de un “Plan quinquenal”:
1ª año: 7.000 escuelas
2º año: 5.000 escuelas
3ª año: 5.000 escuelas
4º año. 5.000 escuelas
5º año. 5.000 escuelas
El problema fue que necesitaban financiación, cerca de 400 millones de pesetas a través de la deuda pública. Hay que darse cuenta de que en este momento hay una recensión económica (el crack del 29). Al final, no se construyeron las escuelas que se pensaban.
•Se intenta dotar de una ley educativa acorde con el pensamiento de la II Republica, y Lorenzo Luzuriaga fue quien elaboró el documento con los siguientes principios básicos:
•La educación pública deber ser una función esencial del Estado. No obstante, puede delegar en la región, en el municipio… siempre que estas entidades justifiquen solvencia económica y cultural. Se acepta la existencia de la enseñanza privada siempre que no persiga fines políticos o partidistas
•La educación pública debe ser laica. La escuela debe dar información sólo sobre la historia de las religiones como otra materia más, con especial referencia a la religión católica. Si los padres lo solicitasen, el Estado debería poner los medios oportunos para suministrar esta enseñanza religiosa, pero siempre fuera de la escuela.
•La enseñanza deber ser gratuita, especialmente en la primaria. Para la Universidad se reservará un 25% de matricula gratuita.
•La educación debe tener un carácter activo y creador, también permanente, dando cursos de perfeccionamiento al profesorado.
•La educación pública debe tener un carácter social, la escuela debe integrarse en la sociedad y por tanto, deberá de haber una mayor conexión entre los padres y la comunidad educativa.
•Defienden la coeducación, es decir, la no separación de sexos o lo que es lo mismo, la educación mixta, donde los niños y niñas deben de formarse juntos conforme a un mismo programa, y esta idea sería aplicable a todos los grados de enseñanza.
•La educación pública constituye un todo unitario, integrado por 3 niveles con comunicación entre ellos:
■Primaria. Tendría 2 modalidades: voluntaria (4-6 años) y Básica (6-12 años)
■Secundaria. Consistiría en 2 ciclos: prolongación de primaria (12-15 años) y preparación para cursos universitarios (15-18 años)
■Superior o tramo universitario
•El profesorado. Se necesita que el docente esté convencido del programa pedagógico para que éste no fracase, necesitándose por lo tanto, una concienciación y preparación adecuadas por parte de los maestros.
Chen chen estas semana se ha informado acerca de el exlio del Rey Alfonso XIII .
Hacia finales del año1930 , el gobierno Berenguer seguía empañado en sacar adelante su plan de elecciones a cortes , pero las dificultades se acumulaban. Por el contrario, la oposición republicano- socialista estaba cada vez mas decidida a terminar con la monarquía . se proclamo la republica el 12 de diciembre pero fracaso ,los miembros del comité revolucionario acabaron en la cárcel. Sin embargo , el fusilamiento de Galán y García Hernández creó mártires para la república y el lanzamiento de los estudiantes a una protesta violenta también adquiría fuertes eventos políticos.
En febrero , Berenguer tiró la toalla. Se formó un gobierno de concentración con las principales figuras del campo monárquico , que convoco elecciones para renovar los ayuntamientos.
El gobierno aconsejo a Alfonso XIII que abdicará y traspasara los poderes al comité revolucionario. El día 14 el rey partió para el exilio.


Y por último Marina Díaz ha buscado información sobre que ell balance de la Revolución de Octubre de 1934 fue aterrador: más de mil trescientos muertos, el doble de heridos, treinta mil detenidos, entre ellos Companys, Azaña, que no había apoyado el levantamiento, y los principales dirigentes del PSOE como Prieto o Largo Caballero.La reacción del gobierno de derechas fue el endurecimiento de su política: se suspendió el estatuto de autonomía de Cataluña y se redactó una nueva Ley de Reforma Agraria, que en la práctica era una verdadera contrarreforma.Sin embargo, las disensiones en el seno del gobierno eran crecientes. Las diferencias entre el Partido Radical y la cada vez más extremista CEDA eran evidentes. Un ejemplo de la orientación de la CEDA fueron los nombramientos que hizo Gil Robles, como nuevo ministro de Defensa. Militares claramente contrarios a la república y la democracia fueron designados para puestos clave en la estructura del Ejército. Franco, por ejemplo, fue nombrado jefe del Estado Mayor.La crisis definitiva vino con un escándalo de corrupción, el escándalo del Estraperlo, que afectó a altos cargos gubernamentales. Lerroux y el Partido Radical cayeron en un descrédito total. La aparición de nuevos escándalos precipitó el fin de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones a Cortes en febrero de 1936.



Espero que os sirva de gran ayuda , un saludo

sábado, 27 de noviembre de 2010

EL PACTO DE SAN SEBASTIAN

  Investigando sobre posibles temas durante la política en la república, he encontrado un fragmento de el diario El Sol, un periódico madrileño liberal, fundado en 1917 y desaparecido con la Guerra Civil. Publucado el 18 de agosto de 1930 nos explica como se vivió el famoso Pacto de San Sebastián en la época:

  «Las izquierdas españolas firman lo que será llamado "Pacto de San Sebastián". Instauración de la República y autonomías regionales son los acuerdos más destacados.
   San Sebastián, 18 (10 m.).- Ayer, a mediodía, acudieron al hotel de Londres representantes de los distintos partidos republicanos españoles y después de almorzar se reunieron en los locales de la Unión Republicana.
   La reunión duró desde las cuatro hasta las cinco y media, y se distinguió por la coincidencia fundamental en las cuestiones autonómicas, electoral y revolucionaria.
   Al terminar, los reunidos se negaron a hacer manifestaciones concretas, limitándose a referirse a la siguiente

Nota oficiosa
"En el domicilio social de Unión Republicana y bajo la presidencia de D. Fernando Sansisin, se reunieron esta tarde don Alejandro Lerroux y don Manuel Azaña, por la Alianza Republicana; don Marcelino Domingo, don Alvaro de Albornoz y don Angel Galarza, por el partido republicano radical socialista; don Niceto Alcalá Zamora y don Miguel Maura, por la derecha liberal republicana; don Manuel Carrasco Formiguera, por la Acción Catalana; don Matías Mallol Bosch, por la Acción Republicana de Cataluña; don Jaime Ayguadé, por el Estat Catalá, y don Santiago Casares Quiroga, por la Federación Republicana Gallega, entidades que, juntamente con el partido federal español -el cual, en espera de acuerdos de su próximo Congreso, no puede enviar ninguna delegación-, integran la totalidad de los elementos republicanos del país.
 A esta reunión asistieron también, invitados con carácter personal, don Felipe Sánchez Román, don Eduardo Ortega y Gasset y don Indalecio Prieto, no habiendo podido concurrir don Gregorio Marañón, ausente en Francia, y de quien se leyó una entusiástica carta de adhesión en respuesta a la indicación que con el mismo carácter se le hizo. 
Examinada la actual situación política, todos los representantes concurrentes llegaron en la exposición de sus peculiares puntos de vista a una perfecta coincidencia, la cual quedó inequívocamente confirmada en la unanimidad con que se tomaron las diversas resoluciones adoptadas.
La misma absoluta unanimidad hubo al apreciar la conveniencia de gestionar rápidamente y con ahinco la adhesión de las demás organizaciones políticas y obreras que en el acto previo de hoy no estuvieron representadas para la finalidad concreta de sumar su poderoso auxilio a la acción que sin desmayos pretenden emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político."

Otros pormenores :
   San Sebastián, 18 (9 m.).- A pesar de la reserva guardada por cuantos asistieron a la reunión de las izquierdas, hemos podido obtener alguna ampliación a los puntos de vista recogidos en la nota oficiosa facilitada a la Prensa.
   El problema referente a Cataluña, que es el que más dificultades podía ofrecer para llegar a un acuerdo unánime, quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el Estado español.
   Este acuerdo se hizo extensivo a todas aquellas otras regiones que sientan la necesidad de una vida autónoma.
   En relación con este mismo problema se defendió en la reunión que los derechos individuales deben ser estatuídos por las Cortes Constituyentes, para que no pueda darse el caso de que la entrada en un régimen democrático supusiera un retroceso en las libertades públicas.
   Tanto para las Cortes Constituyentes como para la votación del estatuto por las regiones se utilizará el sufragio universal.
   Los reunidos se mostraron en absoluto de acuerdo en lo que se refiere a la acción política solidaria.»

lunes, 22 de noviembre de 2010

Resumen de la semana del 15 al 21 de noviembre del 2010

Y... volvemos una semana más cargados de nueva información. Hoy me embarco en una tarea algo nueva para mí: la de redactar el resumen semanal, y quizás esto os sorprenda sobremanera o incluso os parezca demencial y penséis que he eludido mis obligaciones durante todas estas semanas como observadora, ¡pero no! He de excusarme alegando que la única semana en la que tuve la misma responsabilidad que hoy, coincidió con un puente (no oficial) y no tuve material que colgar en el blog.

Y, sin más dilación, me dispongo a escribiros un modesto resumen de los contenidos de esta semana:

La monarquía hispánica de Felipe II (1556-1598)

1. La herencia de Felipe II

·Nace en Valladolid

·Monarca muy controvertido: leyenda negra y leyenda rosa.
Entorno a Felipe II existe una leyenda negra que lo vincula a la forma más oscura de los españoles. Nuestra fama de violentos y obsesionados con la riqueza provendría de una deformación de la figura de Felipe II. Sin embargo, entorno a este rey también existe una leyenda rosa, como el calificativo de prudente que le fue dado.

·Felipe II no recibe la herencia íntegra.
No recibe toda la herencia de Carlos V, tan solo le son dados territorios en España, en Italia, el Franco Condado, Luxemburgo, Flandes y los territorios de América. El resto del imperio va a parar a su hermano, convirtiéndose este en emperador. Esto genera una tensión por la herencia entre ambos, y son estos elementos los que hacen decidir a Carlos V el no dejar el imperio a Felipe sino a Fernando.

·Madrid, corte de los Austrias (1561)
Este es el momento en el que Madrid consolida su expansión como ciudad hasta convertirse en lo que conocemos hoy.

2. De San Quintín a Cateau-Cambreas
En 1559, Felipe II tuvo que dedicarse a a concluir los elementos que había dejado abiertos su padre, teniéndose que ocupar de las guerras de Francia. Vence en las Gravelinas y San Quintín.

·Mala situación financiera.
Se producen dos bancarrotas: 1556 y 1559.
*Deuda flotante: préstamos.
*Deuda consolidada (juros): títulos de deuda pública.
Lo que va a hacer Felipe II en estas bancarrotas es decirle a los grandes banqueros (sobre todo genoveses) que se declara en suspensión de pagos, pero más tarde volvió a negociar y pagó la deuda en juros que luego los banqueros se encargarían de vender.
Las bancarrotas son un proceso de reconversión de la deuda flotante en deuda consolidada.

·Paz de Cateau-Cambresis. Se reconoce el dominio hispánico como gran superpotencia europea. Reforzada por el matrimonio de Felipe II e Isabel.

·Fallecimiento de Enrique II de Francia: Las guerras de religión.
Celebrando la paz de Cambresis, se celebraron unas justas en las que participó Enrique II. Una lanza le dio en un ojo y acabó muriendo, lo que provocó un gran conflicto sucesorio y una guerra civil.
Seguirá abierto el frente de los turcos.

3. La fase mediterránea (1559-1571)

·Felipe II se centra en el Mediterráneo. Lucha contra los turcos y contra los piratas musulmanes del norte de África.

·Creación de una flota mediterránea y torretas defensivas en el litoral.
Esto fue para evitar los asaltos de los piratas que saqueaban las zonas próximas a la costa y raptaban cristianos para venderlos como esclavos.

·Algunas victorias (Vélez, 1563). Los turcos reaccionan tomando Malta (1565).
Debido a que la monarquía se estaba haciendo cada vez más confesional, se toma al cristianismo como línea de acción. Felipe II empieza a endurecer el modo de vida de estos moriscos, pidiéndoles más impuestos. Los moriscos de las Alpujarras van a reaccionar creando malestar, incluso llegando a confabular con los grupos del norte de África, pensando en una hipotética resurrección del Mahometanismo en España.
Felipe II arranca toda una serie de espionaje, por la cual se entera de las confabulaciones, recrudeciendo sus medidas, lo que hará que los moriscos se subleven en la rebelión de las Alpujarras.

·Sublevación de los moriscos en Granada (1568). Derrota de los moriscos.
La sublevación va a tener un antes y un después de la llegada de don Juan de Austria, ya que, ganando los moriscos en primer lugar, son detenidos por los tercios de Juan. Esto va a demostrar que los musulmanes siguen muy despiertos, pero también conllevará la pérdida de Túnez.

·Pérdida de Túnez. Creación de la Liga Santa (España, Papado, Venecia). Batalla de Lepanto (1571)
La pérdida de Túnez asustó a las potencias europeas. Se creó la Liga Santa. Situó al frente de la armada a don Juan de Austria y se enfrentó a los turcos en la batalla de Lepanto. La victoria desde un punto de vista militar no tuvo mucha importancia, pero los turcos tenían ciertas rebeliones en el oriente, así que el sultán tuvo que elegir y decidió centrarse en las rebeliones internas.

·Final del peligro turco, aunque continúa existiendo un problema con la piratería berberisca del norte de África.
Felipe II no puede dedicarse a conquistar zonas turcas, así que decide pacificar.

I. La sublevación de los países bajos.

·Comienza la Guerra de los 80 Años en Flandes (1567-1648)
Se va a convertir en el principal problema de la monarquía hispánica. Se perderán miles de hombre y ducados, que concluirá con el final de las Provincias Unidas.
Los Países Bajos se sintieron cómodos con Carlos V, pero con Felipe II esto no va a ser así.

·Problemas políticos y religiosos: Pérdida de poder por parte de los líderes locales, extensión del calvinismo e intransigencia religiosa.
El calvinismo se estaba extendiendo por los Países Bajos y por aquel entonces, el ser “un buen cristiano” era sinónimo de ser un buen vasallo. Una rebelión religiosa era fácilmente encauzable y confundible con una rebelión política. La política de dureza de Felipe II hay que entenderla en este contexto. Él lo hizo por miedo a una repetición de los actos que estaban llevándose a cabo en Francia.

·Primeras insubordinaciones. Llegada del Duque de Alba (1567). Política de dureza. Fracaso de Alba.
El duque creó el tribunal de los Tumultos, que ejecutó a miles de personas. De algún modo, lo que pretendía el duque de Alba era hacer “poli malo” para que luego llegase Felipe II e hiciese las veces de “poli bueno”.
A partir de esos momentos, la guerra se enquista, llegan nuevos gobernadores y el duque de Alba es cesado inmediatamente.

·Alejandro Farnesio (1578). Unión de Arrás y Unión de Utretch.
Alejandro Farnesio aplicará una política de dureza contra los herejes y unas líneas de acuerdo con aquellos que todavía eran católicos. La Unión de Arrás luchó en el bando de Felipe II y la de Utretch con los sublevados. La rebelión se enconó. La Unión de Arrás coincidió con las provincias del sur (Bélgica) y la de Utretch con las provincias del norte (Holanda).
Alejandro Farnesio consiguió importantes victorias, y durante un tiempo pareció muy probable la victoria de Felipe II, pero no lo hizo motivado por la apertura de nuevos frentes, como el de Portugal. Es muy probable que de no haberse producido el episodio de la Armada Invencible, Felipe II hubiese ganado esa batalla.

II. La conquista de Portugal

·España y Portugal estarán unidas entre 1580 y 1640.

·Felipe II tenía derechos sucesorios al trono portugués gracias a los matrimonios de ambas casas reales.
El rey portugués era don Sebastián. Se embarcará en una lucha visionaria en África y falleció en una de las batallas. Lo hizo sin descendencia. Hubo dos pretendientes: el prior de Crato y el propio Felipe.

·La anexión se hace mediante dos vías:
1) La diplomática (Cortes de Thomar, 1581)
2) La militar: Guerra contra don Antonio, prior de Crato.
Las condiciones de entrada del trono castellano en Portugal, fueron fruto de una negociación, así pues, más que conquista, lo que se produjo fue una agregación de Portugal.
Cristóbal de Moura llego a España de parte de la nueva mujer de Felipe II. Se convirtió en un personaje importante en la corte de Madrid pero siguió manteniendo sus contactos portugueses, por tanto, Felipe II lo utilizó para crear un clima favorable a su sucesión a la muerte de don Sebastián.

III. La guerra contra Inglaterra.

·Felipe II intentó invadir Inglaterra en 1588 con la llamada “Armada Invencible”.
Alejandro Farnesio estaba a punto de ganar. Felipe II había recibido recientemente el trono portugués y había pacificado a los turcos. A estas alturas se sentía tocado por la divinidad y trató de conquistar Inglaterra. Inglaterra y España no tenían malas relaciones, es más, Felipe II era conocido como “Phillip the First”, rey consorte de Inglaterra, pero con el tiempo, las relaciones se fueron enfriando, en parte por el apoyo de Isabel I a ciertos piratas ingleses que actuaban cerca del recinto español, además, Isabel era anglicana, así que una lucha con cristianos no le parecía, precisamente, mal. Sumado a esto, ejecutó a su prima católica.

·Razones: !) La piratería inglesa, 2) el apoyo de Isabel I, reina de Inglaterra a los rebeldes flamencos, 3) ejecución de María Estuardo, prima católica de Isabel I.
María Estuardo confabuló contra Isabel I para ponerse en el trono ingles, lo que abrió una carta de posibilidades a Felipe II, pero a su muerte, Felipe montó en cólera.

·Gran derrota en 1588. Mueren 15.000 hombres.
“La Armada Invencible! Fue un fracaso. Fue una gran derrota debido a las condiciones climatológicas y de los propios barcos. Murieron 15.000 hombres que anteriormente luchaban contra los flamencos. Con esto se inician las malas relaciones con Inglaterra.

Memoria de la semana del 15 al 21 de noviembre del 2010

Me vuelvo a presentar, una vez más, como observadora semanal, exponiendo esta semana conocimientos que ya han sido fruto de una investigación más exhaustiva y no tan esquemática y superficial como la de semanas anteriores, semanas que fueron dedicadas a la tediosa pero a veces sorprendente tarea de la selección de las fuentes sobre las que trabajaremos en los meses próximos.

Patricia Lozano Sánchez, tras dedicar las últimas semanas a la búsqueda de datos sobre el importante y característico problema de la Iglesia durante la República, ha dirigido ahora sus esfuerzos a la búsqueda de información sobre la reforma agraria, y ha encontrado varias investigaciones historiográficas al respecto, de las que extraerá los puntos más importantes cuando elabore esa parte concreta de su trabajo.

Chen Chen continúa trabajando con Historia de España: La segunda República, esperanzas y frustraciones, de Julio Gil Pecharromán. Esta semana se ha centrado en la democracia republicana. En los primeros meses de su existencia, el nuevo régimen tuvo que establecer un sistema de representación y gestión públicos que, sin romper todos los vínculos con el orden anterior, organizase la vida ciudadana bajo pautas más acordes con la democracia republicana. La base de este ordenamiento fue la Constitución de 1931. De su articulado surgieron las instituciones y el marco político imprescindible para el desarrollo del régimen republicano.

Marina Díaz Iglesias continúa con su tema de la semana anterior, por lo que nos vuelve a hablar de la huelga general del 1934, pero esta vez centrándose más en el desarrollo de la misma. En Madrid, el día 5, la UGT declaró una huelga general, que la CNT no apoyó. Los huelguistas intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno y después de dos horas de disparos, el gobierno de la República dominó la situación y encarceló a los sublevados. En Vizcaya y Guipúzcoa, los nacionalistas se negaron a secundar la revolución, pero la UGT declaró la huelga general y ocupó las zonas mineras e industriales, manteniendo esa ocupación en algunas de las zonas mineras hasta el día 12. En Aragón, Andalucía y Extremadura, los campesinos, agotados por las huelgas que se habían producido durante los meses de marzo, abril y junio, no secundaron la ésta.

Marta Correa Román ha decidido esta semana que la estructura de su trabajo podría mejorarse, así pues, lo dispondrá de la siguiente manera:

Sistema educativo:

1. Leyes
·Nuevas
·Antiguas

2. Ayudas del gobierno
·Becas

3. Universidades
·Residencia de estudiantes

Además encontró una página web (cuyo enlace, desgraciadamente, no poseo) sobre el sistema educativo en la República. Esta tendrá un gran peso en su trabajo.

He aquí la memoria de esta semana. Me despido de vosotros, deseando que el resumen que adjuntaré a continuación os sea de ayuda.

Un saludo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Política para el desarrollo de las bibliotecas durante Segunda República

La segunda república dedicó mucho al libro, a la lectura y a las bibliotecas, y ha sido
denominado como el nuevo Siglo de Oro del Arte, del Pensamiento y de la Cultura Española.


Con la llegada de la Segunda República se produce, de forma institucional, un
intento de cambio muy notable en muchos ámbitos de la realidad; uno de ellos va a ser la
cultura, apoyada con una nueva concepción del libro y de las bibliotecas. Se va a articular
con una fuerte extensión de las bibliotecas, creándose un incipiente sistema auspiciado
por los numerosos intelectuales, científicos, pensadores y artistas que durante este periodo
destacaron por su actividad. La Segunda República construyó un número muy elevado de
escuelas y de bibliotecas, pues la política bibliotecaria republicana estuvo muy centrada en
servir a la causa de la cultura de las masas, además de la cultura de élite y profesional,
e incluso los intelectuales se sintieron comprometidos política y culturalmente con los
proyectos republicanos.
Se creó el Patronato de las Misiones Pedagógicas un mes después de proclamarse
la Segunda República, en mayo de 1931 (decreto del día 29), cuyo antecedente era la
Institución Libre de Enseñanza como gestora de una nueva concepción de la cultura y de
la educación. Con la actividad del Patronato quedó plasmado el gran interés que evidenció
el Gobierno republicano por la biblioteca pública. Tuvo como presidente a Manuel BartoloméCossío, como vocal a Antonio Machado y a Vicens de la Llave como inspector. Las Misiones
Pedagógicas estaban bajo la dirección institucional del Ministerio de Instrucción Pública y
Bellas Artes, con Marcelino Domingo ocupando esta cartera.
Entre los objetivos prioritarios que debían desarrollar las Misiones figuraba la creación de
bibliotecas, que resultó ser el servicio de mayor envergadura e importancia de éstas, pues el
Patronato de las Misiones Pedagógicas creó un numero muy elevado de bibliotecas. Así, en 1932
se crearon 1.182, en 1933 fueron 1.973 las bibliotecas creadas, en 1934 el número ascendió a
2.306 y en 1935 se alcanzó la cifra de más de 5.000. En agosto de 1931 (decreto del día 7) se
estableció la implantación de una biblioteca en todas las escuelas primarias, que estarían dedicadas
a los niños y también a los adultos en zonas rurales que carecieran de biblioteca.
Otra de las medidas que emprendió el Gobierno de la República fue la creación de
Bibliotecas Circulantes; o sea, de una sección circulante en todas aquellas bibliotecas que
dependieran del Ministerio de Instrucción Pública, en agosto de 1931 (decreto del día 22).
Con esta medida se posibilitaba el acceso a la lectura en todas aquellas zonas rurales que
carecían de biblioteca y también de medios económicos y culturales para la compra de libros.
De esta forma los libros podían llegar a todos los lugares y se evitaba la imposibilidad de un
acercamiento a la cultura por motivos de residencia. Esta medida de creación de Secciones
Circulantes respaldaba las campañas de alfabetización, que también promovió el Gobierno
de la República, para evitar que tras las campañas de alfabetización muchos analfabetos
que habían aprendido a leer olvidaran esta actividad por carecer de libros. La creación y
manutención de todas estas bibliotecas fue obra de las Misiones Pedagógicas.
La incesante actividad que se inició durante este periodo en el ámbito bibliotecario se
plasmó de nuevo, en noviembre de 1931 (decreto de día 21), con la creación de la Junta
de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas. Con la Junta se
multiplica por veinte el presupuesto destinado a la adquisición de libros para las bibliotecas,
con relación al periodo precedente a la República. Además, las bibliotecas existentes eran
muy pocas y su acceso era casi exclusivo para unos usuarios muy eruditos, especializados
y universitarios. La presidencia la ocupó el director del Patronato de la Biblioteca Nacional,
Antonio Zozaya; además, participaban miembros del Museo Pedagógico, del Patronato de
Misiones Pedagógicas, de la Cámara del Libro, de la Sociedad de Autores, de la Asociación de
la Prensa, de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos y un representante del Cuerpo Facultativo
como miembro de la Junta Facultativa: Benito Sánchez Alonso.
La primera tarea encomendada a la Junta fue la elección de lotes de libros para
las Bibliotecas Circulantes creadas en agosto de 1931, y la distribución de libros incautados
a la Compañía de Jesús entre organizaciones políticas, sindicatos, cárceles reformatorias,
casas regionales, ayuntamientos y centros docentes6. La Junta propició la creación de Bibliotecas
Municipales, y en 1932 (decreto del día 13 de julio) se estableció que todos aquellos
municipios que carecieran de biblioteca podrían solicitar a la Junta su creación.
Se crearon distintos tipos de bibliotecas según el número de habitantes. Así, la
distribución era de manera que las bibliotecas situadas en pueblos con menos de 1.000habitantes recibían 150 volúmenes, los pueblos que tenían entre 3.000 a 10.000 habitantes
recibían 300 libros, y a pueblos o ciudades de más de 10.000 habitantes se destinaban más
de 500 libros. Sin embargo, en los pueblos pequeños se encontraban mayores dificultades
para llevar a efecto esta política bibliotecaria, ya que si el político local o el cacique no
estaban acuerdo con la instalación de una biblioteca pública, su desarrollo era muy difícil7,
además del bajo nivel de alfabetización y cultural existente en ese momento en el campo
español, que se encontraba en un estado de postración y abandono cultural y educativo muy
grande. El acceso a los libros en los pueblos estaba sólo destinado al médico, veterinario,
maestro, alcalde y a algunos de sus amigos8, por lo que la colaboración en el proyecto
republicano de extensión y de implantación de bibliotecas en los pueblos tuvo grandes
costes y dificultades añadidas.
Además, prosiguieron los cambios del Cuerpo Facultativo, y en de agosto de 1932
(mediante decreto del día 5) se llevó a cabo la reforma de la Junta Facultativa, que se
completó con una disposición, unos meses más tarde, que modificaba la constitución de la
antigua Junta Facultativa. Se pretendía con ello que la Junta apoyara los intentos de la Segunda
República en materia de culturización. Se creó, en este sentido, un Consejo Asesor de
la Junta Facultativa para fomentar y desarrollar los aspectos técnicos del Cuerpo de Bibliotecarios
(según decreto de 30 de diciembre de 1932). También se nombró una comisión
gestora encargada de la consolidación de las nuevas reformas en el Cuerpo Facultativo, que
aunaba la Junta Facultativa y el Consejo Asesor9.
La situación del acceso a la cultura de la inmensa mayoría de la población era muy
precaria, e incluso difícil el pretendido intento de tener acceso a unos conocimientos que les
eran denegados por su extrema pobreza y el aislamiento del campo español, y de forma
más acuciante en el campo andaluz y el extremeño. Frente a esta situación, numerosas
organizaciones culturales, políticas y sindicales trataron de extender el acceso a la cultura
y a los libros, y ante la escasez de bibliotecas de titularidad estatal, estas organizaciones
crean numerosas bibliotecas, gran parte de ellas fundadas por iniciativas privadas y creadas
por sindicatos, movimientos sociales, partidos políticos, clubes, sociedades. Estas bibliotecas
eran muy modestas y casi siempre su origen se encontraba en donaciones de particulares
que contribuían a su formación con unos pocos libros; estaban regidas por bibliotecarios no
profesionales pero que tenían gran ilusión y entusiasmo. A pesar de su titularidad privada,
la Junta de Intercambio colaboró con este tipo de bibliotecas enviando lotes de libros
enviándose hasta 300 lotes de libros destinados a estas bibliotecas10.
Cultura Popular se enmarca dentro de la actividad bibliotecaria paralela a la emanada
de la Administración Republicana. Nació como una Federación de todas las Asociaciones
Culturales creadas, a instancia de organizaciones obreras, sindicatos, asociaciones culturales
y otras, y fue una organización surgida tras las elecciones de 1936, que dieron la victoria al
Frente Popular. Por ejemplo, en Madrid un gran número de sindicatos y otras organizaciones
obreras había creado sus bibliotecas, que junto con las Casas del Pueblo funcionaban de
forma muy activa. En Asturias todos los pueblos tenían un Ateneo Obrero con una bibliotecay una sala de conferencias. En agosto de 1934 todas estas bibliotecas fueron cerradas por
la policía, aunque volvieron a abrirse en 1936 con la victoria electoral del Frente Popular.
Cultura Popular se hará cargo de ellas en tanto que organización multipartidista que trató de
hacer más disponible la cultura para el pueblo.
Esta Federación de intelectuales, estudiantes y deportistas obreros abarcaba a las
organizaciones y partidos políticos que se circunscribían dentro del Frente Popular. Todos
estos tipos de organizaciones perseguían propósitos similares: acercar al proletariado el
acceso a la cultura y a la educación. Estas Asociaciones de Estudiantes, que ya habían
organizado Universidades populares, también se centraron en otro tipo de actividades
culturales como el teatro, distribuyendo, al igual que el resto de asociaciones, el teatro y la
cultura por los pueblos, como hiciera la afamada La Barraca, en la que se enroló García
Lorca. Todas estas organizaciones, culturales, deportivas, educativas y otras de diversa
índole se organizaron en torno a la Federación de Asociaciones y funcionaban como
Federaciones Culturales, conformando un frente común cultural, técnico y deportivo (estas
Federaciones Deportivas llegaron a organizar la Olimpiada Popular de Barcelona, que
debía comenzar justo al inicio de la guerra), conformando todas ellas Cultura Popular.
En un principio se creo un Comité Popular compuesto por delegados de todas las
organizaciones que abarcaba a las juventudes de todos los partidos y a las organizaciones
que constituían el Frente Popular: la Federación Cultural, Deportiva y Obrera11.
En el ámbito bibliotecario, Cultura Popular trató de interactuar con esta Federación Cultural Deportiva
y Obrera, por lo que se le encomendó la creación de una biblioteca central que organizara el intercambio
entre todo este tipo de bibliotecas, con objeto de hacer circular los libros y con unos bibliotecarios que, aunque
no profesionales, sin embargo eran muy activos. Existía entre todas estas bibliotecas, gestionadas por
Cultura Popular, un principio cooperativo con el fin de ahorrar recursos, que ciertamente eran muy escasos,
pues España no se encontraba con un nivel económico muy alto. La Sección de Bibliotecas de Cultura
Popular nació con el fin de coordinar todas estas bibliotecas obreras y todos los servicios culturales
de los partidos políticos y de las organizaciones que componían el Frente Popular. Esta sección
estuvo bajo la dirección de la activista y bibliotecaria Teresa de Andrés, e igualmente
contó con la colaboración de otros destacados bibliotecarios como Juan Vicens de la Llave.
De todas las actividades realizadas por Cultura Popular, la que ha prevalecido ha sido la
bibliotecaria.
A partir de la sublevación militar que desencadenó la Guerra Civil no pudieron
consumarse los planes iniciales de Cultura Popular, pues con la guerra su actividad se
centró en el envío y organización de bibliotecas en los hospitales y en el frente. Las
bibliotecas se organizaron en dos grupos: unas primeras que habían sido creadas por
distintas organizaciones políticas y sociales y habían tenido la apoyatura e infraestructura de
Cultura Popular; y otras denominadas Bibliotecas de Guerra, que tuvieron que ser creadas
tras el inicio de la guerra, y que se componían de Bibliotecas de Hogares del Soldado,
Bibliotecas de Hospitales y Bibliotecas de Batallones. Y durante la contienda la actividad
de Cultura Popular se centró, fundamentalmente, en hacer llegar los libros a cuarteles,
hospitales, primera línea de guerra, batallones, hogares de soldados..., aunque continuó
atendiendo las bibliotecas de las guarderías, de los sindicatos y de los partidos políticos
según el espíritu fundacional de la Sección de Bibliotecas de Cultura Popular.La actividad de Cultura Popular durante la guerra fue incesante, creando un número
muy elevado de bibliotecas y realizando más de 150.000 envíos de fondos bibliográficos
a hospitales, cuarteles, sanatorios y otros12. Su actividad se extendía a todos los frentes
de España13: en los distintos frentes llegó a crear 931 bibliotecas, y, también allí,repartía
diariamente periódicos; además, editaba el Boletín Cultura Popular, en el que exponía las
actividades llevadas a cabo. Los libros enviados a cada grupo de combatientes se dirigían a
los Comisarios de los Batallones o a los Milicianos de la Cultura, al no estar las bibliotecas
a cargo de bibliotecarios profesionales. Ahora bien, aunque los Milicianos de la Cultura eran
los más capacitados para estas tareas, carecían de una sólida formación bibliotecaria, y para
facilitar el trabajo a los encargados de estas bibliotecas, se enviaban los libros clasificados y
acompañados de un catálogo. De esta forma se podían enviar las bibliotecas completamente
organizadas, fijas y móviles, a las escuelas instaladas en los refugios subterráneos, en
los frentes en calma o en las casas próximas a las trincheras, así como en cuarteles y
hospitales, en la retaguardia y en el frente. Además, con el inicio de la guerra nacieron
otras organizaciones bibliotecarias que igualmente trabajaron en esta dirección y afrontaron
tal problemática de forma similar.


FUENTE: La actividad bibliotecaria
durante la
Segunda República Española, ROSA SAN SEGUNDO MANUEL, Universidad Carlos III de Madrid